El aceite de rosa mosqueta aparece en multitud de cosméticos actualmente. Pero, sorprendentemente, no es una planta nueva, procedente de países exóticos; sino que crece a nuestro alrededor sin que nos hubiéramos percatado de ella hasta la fecha.
En honor a la verdad, la gran mayoría del aceite de rosa mosqueta que se comercializa en la actualidad procede de la Patagonia, que es donde se realizaron los primeros estudios para dar utilidad a una planta que se consideraba «plaga: el rosal silvestre.
Bajo la denominación rosa mosqueta encontramos dos especies de rosal silvestre: la rosa canina y la rosa rubiginosa. En muchos pueblos se conoce al fruto de esta planta como «picaculos», «tapaculos», «escaramujo», «agabanza»… Este fruto tiene un alto contenido en vitamina C, muy superior incluso al de los cítricos; lo que lo convierte en un fabuloso aliado para prevención de catarros. Esta vitamina C se reconoce también por su alta capacidad para estimular la producción de colágeno celular.
Pero, además de esta vitamina C, el aceite de rosa mosqueta posee ácidos grasos insaponificables (que no se transforman en el proceso de saponificación), altamente nutritivos para la piel. Son ácidos poliinsaturados: el ácido linoleico y el linolénico.
El aceite de rosa mosqueta tiene un alto poder cicatrizante. Por eso se recomienda tras cirujías. Además, protege la piel de la pigmentación por el sol, previniendo la aparición de manchas.
Se han realizado estudios que la hacen recomendable en el tratamiento de dermatitis atópicas y en psoriais.
El aceite se obtiene prensando las pepitas, que son muy leñosas. Este es uno de mis proyectos: llegar a extraer aceite de rosa mosqueta de Luna. Os iré contando mis avances al respecto.
Mientras tanto, no me queda más remedio que comprarlo (Bio y de gran calidad) para utilizarlo en varios de nuestros productos:
– Jabón de cola de caballo y rosa mosqueta
– Loción corporal, especialmente indicada para dermatitis y para curación de tatuajes
– Crema anti-envejecimiento
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